Poética del sonido, el tiempo y el espacio en el paisaje sonoro electroacústico.

La Ciudad Resonante de José Iges se distingue por la posibilidad de crear otros espacios a partir de realidades que existen en el entorno y de otras más que no se relacionan directamente, pero que finalmente existen, en algún lugar del imaginario colectivo; son, se podría considerar, espacios devenidos en ciudades invisibles, que se tornan visibles gracias al sonido. Así surge una ciudad con sonidos ya reconocidos por los escuchas, por sonidos ya existentes desde antes de la tecnología, como por ejemplo, la voz, el idioma español, el viento o el rebote de una pelota. Son sonidos liberados de su contexto utilizados para crear una nueva trama, es decir, una nueva narración; son sonidos que, valga que son vibraciones, palpitan; son sonidos que tienen un vínculo con la realidad. Pero estos sonidos no siempre resultan ser los mismos. Y porque el sonido es movimiento, el sonido de La Ciudad Resonante se modifica. Nada nuevo hay en ello. Sin embargo, habría que hacer una reflexión sobre a dónde van esos sonidos del pasado; y si sobre ellos quedan huellas en este presente. Si a los sonidos nuevos se les puede identificar en una suerte de homogeneización sonora en torno a la tecnología. ¿Quiénes producen los sonidos en la actualidad? ¿Las máquinas, la naturaleza, los humanos? ¿Todos siguen un orden relacionado con la tecnología? Los sonidos de las ciudades se modifican por  disímbolos factores: la arquitectura de los espacios,  los materiales con los que están construidas las ciudades, la diversidad de eventos culturales que se desarrollan, el número de habitantes,  el componente económico que influye en el desarrollo de las actividades de una zona, etc. Por eso La Ciudad Resonante es diferente en cada presentación. Se altera en una nueva modalidad condicionada por el espacio donde resuena, por ende, una nueva ciudad.

Hay una estructura, que denominemos base, que se conforma de composiciones sonoras que sirven como “decorado sonoro de fondo” a una serie de textos que José Iges escribe y presenta en las diversas exhibiciones de esta obra. Algunas de ellos son: Negro móvil, Madrid-La Habana, Parisinos, Líneas y puntos, Billar, Un poeta, Catedral de Colonia, Claxons, Cárcel de Carabanchel, Polis-litos, Campanas, Metro, Plaza, Pasos y A modo de final. Cada una de estas piezas se inspira en la traza de diferentes cartografías que José Iges y Concha Jerez han recorrido en distintos viajes. Estos trayectos se representan a través de una serie de mapas unidos por argollas, que Concha Jerez va desplegando en el piso mientras Iges da instrucciones para llegar a una dirección que bien puede existir en México, en Alemania, en España, etc. Las calles de una ciudad imaginaria comulgan en el discurso de Iges. En esta cartografía sonora se encuentran calles, avenidas, ramales, rotondas de una ciudad que existe en tanto existen las palabras de Iges.

En el escenario de la presentación de La Ciudad Resonante podemos ver a José Iges sentado frente a su computadora leyendo alguno de los textos de su autoría, a Pedro López también sentado frente a su computadora, en ocasiones, tocando algún instrumento,  y a Concha Jerez en otro extremo, a veces de pie, a veces sentada, empoderándose de su propio espacio, haciéndose de él, en medio del transcurrir sonoro. Iges, López y Jerez son compositores de sus propias ciudades, lo que los une es que estas ciudades se descubren una a otra pertenecientes de los mismos sonidos del metro, la calle, la voz humana, en un mismo escenario. Su diferencia radica en la resonancia que cada uno de estos sonidos provoca en Iges, López y Jerez, y lo que éstos, a su vez, estimulan en el escenario.

Todo pareciera definirse a partir del nuevo contexto que ofrece el espacio en el que se desarrolla la obra. Por ello, La Ciudad Resonante tiene relación directa con el acontecer, con este presenteísmo ya citado anteriormente. No hay un ayer definido en relación a un tiempo. Hay un ahora con base en sonidos recogidos en el pasado. Estas ciudades, las de Iges, no existen, y sí, pues se manifiestan del tránsito del lugar al no-lugar. Las ciudades son paisajes. Sus ciudades son paisajes mutados por un acontecer que transforma un espacio. En La Ciudad Resonante no hay un tiempo cronológico, hay un suceder de cada obra que crea su espacio individual, pero también, reunidas, crean un conjunto. Quizás se trata de una ciudad que a razón de resonar, se multiplica.

La obra de José Iges construye una poética basada en realidades que conforman los escuchas en torno a sus vivencias. Rebasada la discusión de que no se trata de un paisaje sonoro real al que acudimos todos los días, sino de aquel que es edificado y  amplificado, se advierte que construye un espacio, incluso un lugar que es habitado por el escucha y que se constituye y sobrevive gracias al enlace que se logra entre el creador y el escucha. En las dimensiones espaciales, este paisaje sonoro electroacústico deviene en un paisaje sonoro real.

 

En las ciudades de José Iges hay construcciones que surgen de una ficción inspirada en objetos sonoros reales. Hay una transgresión al espacio original, pero una transgresión consensuada. Correcto sería decir, demandada en estos tiempos de creación artística.

Alma Angélica Cortés Lezama, Poética del sonido, el tiempo y el espacio en el paisaje sonoro electroacústico.